Por: Elba Bonet
En los últimos días, no dejo de preguntarme: ¿Qué nos está pasando como sociedad? Nos hemos acostumbrado a ver la injusticia y el dolor como algo cotidiano, casi normal. Y lo peor es que, en lugar de actuar, guardamos silencio.
Antes, el respeto era un pilar fundamental. Mamá, papá y la autoridad eran figuras que se valoraban y escuchaban. No digo que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero sí que hemos perdido el rumbo. Hoy, en lugar de educar y guiar a nuestros jóvenes, pareciera que hemos normalizado el abandono de esos valores esenciales.
Nos escandalizamos con casos como el de aquella joven que solo quería disfrutar de una noche diferente y terminó siendo víctima de unos desadaptados que le destrozaron la vida. Pero, en vez de indignarnos colectivamente, los pocos que opinan prefieren juzgarla a ella: ¿Por qué estaba en la calle a esa hora? ¿Cómo iba vestida? ¿Algo hizo antes?
¿Nos hemos convertido en una sociedad que vive con miedo? Una en la que la culpa siempre parece recaer en la víctima y no en el agresor. Si me roban, es porque “di papaya”. Si me violan, es porque “no debía estar ahí”. Si me golpea mi esposo, es porque “lo permití”. ¿Hasta cuándo seguiremos normalizando la injusticia?
Hoy alzo mi voz. Represento a una generación que creció con valores y principios, anteponiendo siempre el respeto; que aprendió a luchar con esfuerzo, a levantarse cada día con ganas de salir adelante. Y sé que los buenos somos más.
¡Apoyémonos! No callemos ante la injusticia. Denunciemos lo que está mal. El amor y el respeto por el prójimo deben ser nuestra respuesta.
Unámonos para construir un país donde el bien no tenga miedo de brillar. No dejemos que el mal gane.